San José, ¿Quién fue este varón especial, en quien Dios puso su mirada?

«San José, siendo padre putativo de Jesús, fue un ministro personal de Dios y custodio de la virginidad de María»

Jacobo de Sarug

Fuentes evangélicas y escritos apócrifos

La pocas noticias que nos proporcionan los evangelios nos ayudan a entender la grandeza de la misión y los rasgos esenciales de la identidad de san José, fue elegido por Dios para ser protector de la Familia de Nazaret, para prolongar la promesa davídica y ser signo de la presencia de Dios Padre fiel y providente. En efecto, san José es presentado como el esposo de la Virgen María y padre putativo de Jesús. Nació indudablemente en Palestina de la descendencia davídica; respecto a su oficio Mateo da un testimonio más explícito que Marcos, diciendo que era tékton [faber], que puede entenderse como un obrero experto o incluso un maestro poseedor de un bagaje técnico capaz de enseñar a otros en el manejo de la madera o incluso la piedra; con todo la tradición optó por quedarse con lo primero. Los evangelios describen a san José como «varón justo», es decir, un perfecto israelita, un judío modelo, intachable, fiel y obediente a la voluntad de Dios. Los evangelios de la infancia dan testimonio que el matrimonio entre José y María, pese a su carácter virginal fue válido para la sociedad de Israel, ejerciendo José la función de padre putativo de Jesús, es decir, considerándolo como legítimo y con todos los derechos como tal. Son los textos apócrifos, surgidos en la época patrística y por tanto estudiados por la patrología, más que por la Sagrada Escritura, los que nos aportan otros datos sobre este santo varón, algunos revelan interesantes aportaciones doctrinales y otros más bien reconstrucciones incluso fantásticas, mostrando la creatividad de las primitivas comunidades cristianas sin alterar en nada el testimonio del Nuevo Testamento. Es bueno considerar, respecto a estos testimonios, que documentos «apócrifos», de buenas a primeras, no son sinónimo de «heréticos», sino expresión de tradiciones de las comunidades, buena parte de ellas nacidas del interés y de una amorosa imaginación y deseo de cubrir los vacíos no narrados en los relatos evangélicos; gracias a estos relatos extrabíblicos que permanecieron vivos en algunas fiestas de la Virgen María conocemos los nombres de Joaquín y Ana, el nacimiento milagroso de María, su presentación en el templo, etc. Lo mismo podemos decir de san José, cuyos datos en los apócrifos revelan el lugar que ocupó desde los primeros siglos del cristianismo y que corroboran los datos evangélicos: es el esposo de María y el Padre de Jesús. Aun los textos apócrifos podemos agruparlos en dos clasificaciones, los que narran creencias del judaísmo tardío que pretendían defender el papel natural de José como padre de Jesús, entre ellos están las Actas de Pilato y el Evangelio de Felipe, este último de procedencia gnóstica. En un grupo más antiguo se conservan: el Protoevangelio de Santiago y la Historia de José el Carpintero, ambos textos refieren el matrimonio entre José y María y defienden su maternidad virginal; particularmente el primero busca alcanzar dos fines: Por un lado, exaltar la maternidad virginal de María y, por otro, presentar el papel de José, hombre elegido por Dios de entre los justos para cumplir una misión representativa ante las leyes judaicas, para ser esposo de María y padre de Jesús, dándole así un lugar importante en la historia de salvación. Aunque nada se sabe sobre el lugar de la muerte y la sepultura de José, de acuerdo a estos testimonios, muere, como todo hombre virtuoso, de edad avanzada.

San José en Los Padres De la Iglesia

Ningún padre de la iglesia dedicó alguna obra a san José, la misma carta apostólica del Papa Francisco Patris Corde sólo presenta cuatro referencias patrísticas: tres de san Agustín y una de san Juan Crisóstomo, de las cuales sólo esta última habla expresamente de san José, las otras hace más bien referencia a la santidad como camino ejemplar de vida cristiana; sin embargo, en su conjunto, podemos encontrar, en la literatura patrística, observaciones importantes sobre nuestro santo, especialmente siguiendo la linea de algún modo trazada por los evangelios y por los escritos apócrifos, muchos de los padres se dedicaron a defender la legitimidad del matrimonio de José y María y todos concordaron en que la pareja de Nazaret había vivido un matrimonio virginal. En diversos comentarios, los padres de la iglesia comparan a José tanto con el patriarca Jacob, como con los apóstoles que llevaron la fe a los gentiles. Según san Pedro Crisólogo, reconociéndolo como un verdadero «artesano de la tierra», su labor evoca la imagen del artesano del Verbo, el Padre celestial. Afraates de Siria sostiene que José no transmitió la paternidad biológica a Jesús sino la paternidad venida de Adán pero enriquecida con una bendición divina especial. Para el obispo Jacobo de Sarug, san José, siendo padre putativo de Jesús, fue un ministro personal de Dios y custodio de la virginidad de María. San Efrén asegura que, José, consciente de la pureza permanente de María y en su imperturbable serenidad, al volver de visitar a Isabel, no dudó de su inocencia.

La iconografía como fuente

Hacia los siglos IV y V y más aún en la época medieval, comenzó a crecer considerablemente el interés por la figura de san José, especialmente en la iconografía, José y María aparecen especialmente en las representaciones de la infancia, exaltando el misterio de la encarnación del Logos y la realeza del Salvador; María es presentada como madre del salvador y José en su papel providente en la economía de redención. En el año 431, las resoluciones del Concilio de Éfeso, que proclamó solemnemente la maternidad divina de María, repercutieron directamente en la iconografía de María y san José, María es ensalzada como Theotókos y reina de las vírgenes, mientras que José permanece en su papel secundario, aunque no menos importante, pues la abundante iconografía que fue surgiendo acentuó su papel de esposo providente, protector de la Sagrada Familia y acompañante y educador del Niño Jesús. Quiera Dios que este año dedicado a San José, patrono de la Iglesia Universal, nos mueva su ejemplo de vida y el deseo de vivir nuestra vocación cristiana con fidelidad al llamado a la santidad.

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