Testimonio del «Itinerario de Eteria», mujer peregrina en Tierra Santa (381-384)
La celebración de la Semana Santa, en la comunidad cristiana, tiene su centro en el solemne Triduo Pascual (Viernes santo, Sábado santo y Domingo de Resurrección); aunque el tinte pascual del domingo es tan antiguo como el cristianismo mismo, la celebración de toda una semana en la Iglesia, dedicada a los misterios centrales de la fe cristiana, fue poco a poco desarrollándose como fruto de la devoción de los primeros cristianos que peregrinaban a Tierra Santa para vivir allí mismo los diversos momentos de la pasión y resurrección de Cristo durante la llamada “Semana Mayor”. El Itinerarium Egeriae (“Itinerario de Egeria” o Eteria), relato del peregrinaje realizado por una piadosa mujer procedente de una familia noble a fines del siglo IV (381-384) y una de las primeras escritoras cristianas de la antigüedad, nos presenta detalladamente, a manera de diario, la apertura y desarrollo de la Semana Santa en Jerusalén del siglo IV; vivamos con asombro esta Semana Santa vibrando con el mismo sentimiento religioso de la fe de los cristianos de la Ciudad Santa, Jerusalén del siglo IV.
Anuncio e inicio de la Semana Mayor
Así introduce Eteria la Semana Mayor y describe el anuncio de la misma y de los misterios por celebrarse:
El domingo, entramos en la semana pascual, también llamada aquí «Semana Mayor». A partir del canto del gallo, como de costumbre (cada domingo), se celebró en la Anástasis (Basílica del Santo sepulcro) y en la Cruz, hasta el amanecer. El domingo de mañana, como siempre, se va a la iglesia mayor, llamada Martyrium; así se le denomina por levantarse en el Gólgota, detrás de la Cruz, en el lugar donde el Señor sufrió su pasión. Después de celebrar en la iglesia Mayor […] y antes de la despedida, en voz alta, el archidiácono primeramente dice: «Durante esta semana, a partir de mañana, a la hora nona (3 de la tarde), reunámonos todos en el Martyrium; es decir, en la Iglesia Mayor». Y luego dice, de igual modo: «Hoy a la hora séptima (a la una de la tarde), encontrémonos en la Eleona (La Iglesia del Monte de los Olivos)». Realizada la despedida en la iglesia Mayor, es decir en el Martyrium, se acompaña con himnos al obispo hasta la Anástasis, y después de cumplido lo que se acostumbra los domingos en la Anástasis (santo sepulcro) […], yendo cada uno a su casa, se apresura a comer para que iniciada la hora séptima todos puedan estar en la iglesia de Eleona; es decir, en el Monte de los Olivos, donde existe aún la gruta en la que enseñaba el Señor.”
EGERIA, Itinerarium 30,1-3
Antigua Procesión con las palmas y ramos
Después prosigue a describir el desarrollo de la Procesión del Domingo de Ramos, llama la atención el lugar que se le da a los niños con sus palmas en las manos y en la aclamación de las antífonas:
A la hora séptima todo el pueblo asciende al Monte de los Olivos; es decir, a la iglesia, a la Eleona, y también el obispo. Se entonan himnos y antífonas apropiadas al día y al lugar. También se leen trozos. Al acerarse la hora novena, se sube entre himnos al Imbomón; es decir al lugar desde el cual ascendió el Señor a los cielos y se sientan. Presente el obispo, se ordena a todo el pueblo sentarse; tan sólo los diáconos permanecen de pie. Todavía se entonan himnos y antífonas apropiadas al lugar y al día; al igual, se intercalan lecturas y oraciones. Al acercarse la hora undécima (las 17), se lee el pasaje del Evangelio en que los niños, con ramos y palmas, fueron al encuentro del Señor diciendo: «¡Bendito el que viene en nombre del Señor!» Los infantes de la región, aún aquellos que no pueden caminar por ser demasiado tiernos y que sus padres llevan en brazos, todos tienen ramos, unos de palmas y otros de olivos. De este modo se escolta al obispo, como lo fuera antes el Señor. Desde la cima del monte a la ciudad, y ahí atravesándola hasta la Anástasis, van todos a pie, aún las matronas y los altos personajes, escoltando al obispo y respondiendo. Se marcha con lentitud para no cansar al pueblo y se llega a la Anástasis, caída ya la tarde. Una vez allí, aunque sea muy tarde, se enciende el lucernario, se itera una oración a la Cruz y se despide al pueblo.
EGERIA, Itinerarium 31,1-4
Lunes, martes y miércoles Santo
Al día siguiente [del Domingo de Ramos], es la segunda feria, en la Anástasis se cumple cuanto suele hacerse a partir del primer canto del gallo hasta el amanecer. En la hora tercia y sexta, se realiza lo mismo que durante toda la cuaresma. A la hora nona, todos se congregan en la iglesia mayor; es decir, en el Martyrium, hasta la primera hora de la noche (las 19 hrs.) rezan de continuo himnos y antífonas, se leen textos apropiados al día y al lugar; siempre se intercalan oraciones. El lucernario se celebra allí al llegar la hora. Al hacer la despedida en el Martyrium, ya es de noche. Después de la despedida, entre himnos se conduce al obispo hasta la Anástasis. Una vez en ella, se entona un solo himno, se pronuncia una plegaria, se bendice a los catecúmenos, luego a los fieles y se despiden.
EGERIA, Itinerarium 32
En la tercera feria [es decir el martes santo], se hace todo como el lunes. Lo único que se agrega es que siendo ya noche avanzada, después de la despedida en el Martyrium, caminado a la Anástasis y realizada allí de nuevo la despedida, a pesar de lo avanzado de la hora, todos ascienden a la iglesia que se levanta en el monte, a la Eleona [Monte de los olivos], siendo ya de noche. Llegados a la Iglesia, el obispo entra en la gruta en la que el Señor solía instruir a sus discípulos. Toma el libro del Evangelio y de pie lee él mismo las palabras del Señor, contenidas en el Evangelio, según san Mateo, del pasaje que dice: «Cuiden que nadie los seduzca» (Mt 24,4). El obispo lee el discurso entero y luego pronuncia una oración. Se bendice a los catecúmenos, después a los fieles. Se realiza la despedida y se regresa de la montaña, entrando cada uno en su casa, siendo la noche ya muy avanzada.
EGERIA, Itinerarium 33
En seguida describe la celebración del Miércoles Santo, día de dolor e indignación.
Toda la feria cuarta (miércoles) se desarrolla desde el primer canto del gallo tal como el lunes y el martes. A la noche, después que se haya hecho la despedida en el Martyrium, y si hubiese acompañado al obispo con himnos hasta la Anástasis, penetra enseguida en la gruta de la Anástasis y permanece de pie detrás de los canceles. Un sacerdote de pie delante de los canceles, toma el evangelio y lee el pasaje en el que Judas Iscariote se dirigió al encuentro de los judíos y fijó lo que le darían por entregar al Señor (Mt 26,14). Cuando este pasaje fue leído se levantaron tales gritos y gemidos en el pueblo que no hay quien pueda resistir a las lágrimas en ese momento. Después se hace una oración, se bendice a los catecúmenos y a los fieles, y se realiza la despedida.
EGERIA, Itinerarium 34
Comienzo del Solemne Triduo Pascual: Jueves Santo
El JUEVES SANTO, es un día intenso, es el gran inicio de los días más fuertes de los misterios de la Pasión, muerte y resurrección de Jesús:
A la hora octava [14 hrs.], el pueblo entero se congrega como siempre en el Martyrium [lugar de la crucifixión]; pero acude con mayor anticipación que los otros días. Pues la despedida debe realizarse con mayor premura. Una vez reunido el pueblo, se cumple lo que es de práctica: la oblación se ofrece ese día en el Martyrium y allí mismo se realiza la despedida, más o menos a la hora décima [16 hrs.]; pero antes, en alta voz el archidiácono dice: «A la primera hora de la noche [19 hrs.] encontrémonos todos en la iglesia de Eleona [Monte de los Olivos], pues en esta noche nos aguarda un gran trabajo». Hecha, pues, la despedida del Martyrium, se va detrás de la Cruz, donde se entona un solo himno y se hace una oración. Luego el obispo ofrece la oblación y todos comulgan. Excepto este único día, nunca se ofrece el sacrificio detrás de la Cruz, durante el año. Hecha la despedida, se va a la Anástasis [Santo sepulcro]; se eleva una oración y son bendecidos, de acuerdo con la costumbre, los catecúmenos y los fieles. Luego viene la despedida. En esta forma retornan con premura a su casa para comer, porque luego que hayan comido, todos se encaminan a la Eleona, a la iglesia en la que se encuentra la gruta donde ese día estuvo el Señor con los apóstoles. Allí, mas o menos a la hora quinta de la noche [23 hrs.], se entonan himnos y antífonas apropiadas al día y al lugar; y asimismo se hacen lecturas intercalando oraciones. Se leen los pasajes del Evangelio que relatan las conversaciones del Señor con los Apóstoles en este preciso día, sentado en la misma gruta que se encuentra en la iglesia. Casi a la hora sexta de la noche [24 hrs.], entre himnos se va más arriba hasta el Imbomón, justamente hasta el sitio desde el cual subió el Señor a los cielos. Y de la misma manera, nuevamente se hacen lecturas y se dicen himnos y antífonas apropiadas al día. También se elevan oraciones y cualesquiera sean ellas, las dice el obispo y siempre se conforman al día y al lugar.
EGERIA, Itinerarium 35
La noche del Jueves: Conmemoración de la agonía de Jesús. Vigilia de entrada al Viernes Santo
Al comenzar el canto de los gallos, se desciende del Imbomón [Lugar de la Ascensión] cantando himnos y se avanza hasta el sitio mismo en que oró el Señor, según está escrito en el Evangelio: «Avanzó como a la distancia de un tiro de piedra y rezó», y todo lo demás (Lc 22,41). Allí se levanta una elegante iglesia. El obispo y el pueblo todo, entran en ella y se eleva una plegaria apropiada al lugar y al día. También se entona un solo himno adecuado, y se lee el pasaje del Evangelio en el que el Señor dice a sus discípulos: «Vigilen para no entrar en tentación» (Mc 14,38). Este pasaje se lee por entero, y de nuevo se reza una oración. Todos, hasta los niños más pequeños, descienden a pie al Getsemaní cantando himnos, en compañía del obispo. Se baja muy lentamente pues se congrega una gran turba de gentes extenuadas por las vigilias y agotadas por los cotidianos ayunos [habían ayunado todo el miércoles] y deben descender de un monte muy elevado. Las candelas de la iglesia, más de doscientas, fueron preparadas para alumbrar al pueblo. No bien llegan al Getsemaní, primeramente se eleva una oración apropiada, se entona un himno y se lee a continuación el pasaje del Evangelio que refiere el prendimiento del Señor. A la lectura, se escuchan grandes gritos, gemidos y llanto del pueblo; tales, que quizá se oigan desde la ciudad las lamentaciones de la muchedumbre. De ese momento, a pie y cantando himnos, se encaminan hacia la ciudad. […] En el interior de la ciudad, están esperando todos sin excepción, grandes y chicos, ricos y pobres. Ese día especialmente, nadie se retira de las vigilias hasta la mañana. Desde el Getsemaní se escolta al obispo hasta la puerta y de allí, a través de la ciudad, hasta la Cruz. Cuando se llega junto a la Cruz, ya casi comienza la luz a ser clara. Se lee entonces el pasaje del Evangelio en el que el Señor es conducido a Pilato, y también todo cuanto la Escritura refiere, dicho por Pilato al Señor y a los judíos (Mt 27,12). El obispo dirige entonces la palabra al pueblo animándolo por lo que ha sufrido toda la noche y aún deberá sufrir en el día, para que no se desanimen, sino que pongan su confianza en Dios, el cual recompensará su sufrimiento con un galardón grande. Y así los conforta cuanto le es posible y dice: «Váyanse un momento ahora, cada uno sus casas; reposen un poco, y hacia la segunda hora del día [las 8], estén prontos aquí, a fin de que desde esa hora hasta la sexta [mediodia] puedan contemplar el leño santo de la Cruz, seguros de que nos será útil para nuestra salvación. A partir de la hora sexta, todos nos reuniremos en este lugar, es decir, delante de la Cruz, para entregarnos hasta la noche a lectura y plegarias».
EGERIA, Itinerarium 36
El Doloroso Viernes Santo
Se describe como un día bastante fuerte e intenso, día central de la Pasión de Jesús:
Después de esto, se retiran de la Cruz. Antes de que se levante el sol ya se dirigen todos animosos a Sion, para rezar delante de la columna contra la que fuera flagelado el señor. Tornan a descansar un poco en sus casas y en seguida se encuentran de nuevo preparados. Se coloca entonces un sitial para el obispo en el Gólgota, detrás de la Cruz, que ahora se alza allí colocada. El obispo se sienta en el sitial y ante él se coloca una mesa cubierta con mantel. De pie alrededor de la mesa se encuentran los diáconos. Se lleva un cofre de plata dorada que contiene el madero santo de la Cruz. Se abre se expone y se deposita sobre a mesa tanto la Cruz como el título. Luego el obispo, que permanece sentado, toma con sus manos los extremos del sagrado leño y los diáconos que lo circundan, vigilan. He aquí el motivo de la vigilancia existe la costumbre que pase todo el pueblo, uno a uno, tanto los fieles como los catecúmenos; se inclinan delante de la mesa, besan el leño sagrado y prosiguen. Refieren que alguno, ignoro cuando, de una dentellada robó un trozo del leño santo. Por eso ahora los diáconos que lo rodean, cuidan para que ninguno al acercarse se atreva a repetirlo. El pueblo, pues, desfila de a uno. Todo se inclinan. Toca en la cruz y el título, primero con la frente, luego con los ojos y prosiguen; pero ninguno pone la mano para tocarla. Después de besar la Cruz, al pasar encuentra en un diácono que muestra el anillo de Salomón y la ampolla que sirviera para la unción de los reyes. Se besa la ampolla y se venera el anillo… todos desfilan hasta la hora sexta entrando por una puerta y saliendo por otra. Esta ceremonia se realiza en el mismo lugar donde el día antes, esto es, el jueves, se hizo la oblación. Al llegar la hora sexta, se va delante de la Cruz, llueva o haga calor. El lugar se encuentra en pleno aire. Se trata de una especie de atrio muy amplio y hermoso, ubicado entre la Cruz y la Anástasis. Todo el pueblo se aglomera allí, en modo tal que ni siquiera pueden abrirse las puertas. Delante de la Cruz, se coloca en sitial para el obispo, y desde la hora sexta hasta la novena se hacen solamente lecturas del siguiente modo: se lee primero en los salmos todos los pasajes en los que se habla de la pasión; luego, en los escritos de los apóstoles, ya sea en las epístolas como en los Hechos, todos los pasajes en los que ellos han hablado de la pasión del señor; y también los mismos pasajes de los evangelios. Igualmente se lee en los profetas donde ellos predijeron lo que parecería el señor y en los evangelios donde se habla de la pasión. Así desde la hora sexta hasta la novena, siempre se leen textos y se entonan himnos para mostrar el pueblo que cuánto predijeron los profetas sobre la pasión del señor se ve claramente cumplido tanto en los evangelios como en los escritos de los apóstoles. Durante tres horas se enseña a la muchedumbre que nada sucedió sin estar de antemano anunciado, y nada se predijo sin que se cumpliese por entero. De continuo se intercalan oraciones apropiadas al día.
EGERIA, Itinerarium 37,1-6
El cierre del día y sus lecturas
A cada lectura y oración el pueblo se emociona y estallan gemidos que maravillan. Ninguno hay, ni grande ni chico, que durante las tres horas de este día no llore en forma increíble lo que el señor sufrió por nosotros. Después comenzada la hora novena (las 15), se lee el pasaje del Evangelio según San Juan cuando entregó el Señor su espíritu. Concluida esta lectura se hace una oración y la despedida. Todos al retirarse de la Cruz, se dirigen enseguida a la iglesia Mayor, al martirio, y se cumple cuanto se acostumbra en esta semana cuando después de la hora novena se reúnen en el Martyrium hasta la tarde. Después del Martyrium van a la Anástasis allí se lee el pasaje del evangelio en el que José pide a Pilato el cuerpo del señor y lo deposita en un sepulcro nuevo (Jn 19,38). A continuación se reza una oración, se bendice a los catecúmenos y se retiran. Ese día no se anuncia que deba continuarse la vigilia en el Anástasis, pues se sabe que todos se sienten fatigados. Existe, sin embargo, la costumbre de continuar allí la vigilia. Entre el pueblo, quien quiere, o mejor quien puede, vigila; pero los que no pueden no vigilan allí hasta la mañana. Los clérigos vigilan, pero los que son más fuertes o más jóvenes. La noche entera se recitan himnos y antífonas hasta la mañana. Grandísima muchedumbre vigila, unos dos de la tarde, otros a partir de medianoche; cada uno según sus fuerzas.
EGERIA, Itinerarium 37,7-9
El silencioso Sábado Santo
EL SÁBADO SANTO, como hoy en día, es dedicado al silencio y a la meditación, conmemorando la estancia de Jesús en el sepulcro, dedicado para el descanso de la intensidad vivida en días anteriores y para la preparación de la GRAN VIGILIA PASCUAL. Este es el último dato que nos presenta sobre la Semana Santa y, de forma resumida, la Vigilia Pascual, la cual no explica con detalle:
Al día siguiente, EL SÁBADO [SANTO], a la tercera y sexta hora (9 am y mediodía), se oficia como de costumbre. A la nona (3 de la tarde) NO SE CUMPLE EL OFICIO DEL SÁBADO, sino que se preparan las vigilias pascuales en la iglesia mayor, esto es, en el Martyrium. Las vigilias pascuales se cumplen aquí como entre nosotros. La única variación es que al salir los neófitos de la fuente, una vez bautizados y vestidos, inmediatamente se les acompaña junto con el obispo hasta la Anástasis. El obispo entra detrás de los canceles de la Anástasis, se entona un himno y después el obispo eleva una oración por ellos, con los cuales va luego a la iglesia mayor, donde según costumbre todo el pueblo está en vela. Se hace allí lo que suele hacerse también entre nosotros; y después de la oblación se hace la despedida. Terminadas las vigilias en la iglesia mayor, cantando himnos se va a la Anástasis, donde se relee el pasaje del Evangelio sobre la resurrección; se eleva una plegaria y el obispo nuevamente ofrece la oblación. Todo se cumple con presteza a causa del pueblo, para no demorarlo excesivamente. Luego se le despide. La despedida de las vigilias se realiza ese día a la misma hora que entre nosotros. [EGERIA, Itinerarium 38]
EGERIA, Itinerarium 38
Descrito el itinerario del Sábado Santo y la Solemne Vigilia Pascual, comienza para la Iglesia, lo mismo que hasta hoy día celebramos, el día de Pascua y el ciclo de la cincuentena pascual, conmemorando el misterio de la salvación llevado a cabo con la resurrección gloriosa de Jesús.