Las Siete Palabras de Jesús con los Padres De la Iglesia

Compilado por: J. Alberto Hernández Ibáñez / Semana Santa 2024

Dijo desde la cruz de la que pendía: Padre, perdónalos porque no saben lo que están haciendo. Como hombre, oró al Padre, el que juntos con el Padre contesta las oraciones. Incluso ahora ora en nosotros, ora por nosotros, es orado por nosotros.

San Agustín de Hipona

«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34)

Presta atención a lo que hizo. El Señor mismo que nos dio este mandamiento. Después de todas las impiedades cometidas contra él por los judíos, que ellos correspondieron mal por bien, dijo de la cruz de la que pendía: Padre, perdónalos porque no saben lo que están haciendo. Como hombre, oró al Padre, el que juntos con el Padre contesta las oraciones. Incluso ahora ora en nosotros, ora por nosotros, es orado por nosotros. Ora en nosotros como Sacerdote nuestro, ruega por nosotros como nuestro jefe, y es alabado por nosotros como nuestro Dios, así que cuando él oró desde la cruz, vio y previó; vio a todos sus enemigos, pero predijo que muchos de ellos se convertirían en sus amigos, y por lo tanto oró pidiendo perdón para ellos. Ellos se enfurecieron, y oró. Dijeron a Pilato: ¡Crucifícale!; y suplicó: Padre, perdónalos. Aunque traspasado cruelmente por los clavos, él nunca perdió la dulzura.

Agustín de Hipona, Discursos 382, 2

«De cierto te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23,43)

Hasta ahora un ladrón era igual en todas las cosas a su compañero, era un ladrón de las carreteras y siempre un peligro para la seguridad de la gente. Culpable hasta el punto de haber merecido la cruz, inmediatamente se convierte en confesor de Cristo. Acuérdate de mí, dijo, Señor, cuando entres en tu reino. Luego vino el don en el que la fe mismo recibió una respuesta. Jesús le dijo: De cierto te digo, hoy serás conmigo estás en el paraíso. Esta promesa ha ido más allá de la condición humana, ya que no viene tanto del madero de la cruz, sino desde el trono del poder. Desde esa altura Él da un premio a la fe y suprime la deuda de la transgresión humana, porque la forma de Dios no se separó de la forma de siervo. También, al centro de este castigo, sea la inviolable divinidad, sea la naturaleza sensible humana, han conservado sus propias características y su propia unidad.

León Magno, Sermón 53, 1-2

«¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!» «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 26-27)

Los evangelios son la primicia de toda la Escritura. Ahora bien, la primicia de los evangelios es el de Juan, cuyo sentido profundo no puede entender quien no recline su cabeza sobre el pecho de Jesús y no haya recibido de Él a María como a su propia madre. Quien desee ser otro Juan debe hacerse como ha indicado Jesús, es decir, como Juan, que es Jesús. Si uno no es hijo de María, si no es (otro) Jesús, conforme a la opinión de los que piensan con rectitud respecto a Jesús, aun así Jesús dice a su madre: “Aquí tienes a tu hijo”, y no dijo: “Aquí tienes, también este es tu hijo”. Esto es lo mismo que decir: “Este es Jesús al que tú has dado a luz”. Ciertamente todo el que es perfecto “ya no vive”, sino es Cristo quien vive en él; yporque en él vive Cristo, cuando se habla de él a María, se dice: “Aquí tienes a tu hijo”, es decir a Cristo.

Orígenes, Comentario al Evangelio de san Juan, 1,23.

«¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» (Mateo 27,43)

La noche que pasa al día marca una división del tiempo: así se completa el número de tres días y tres noches, mientras que el misterio oculto de la acción de Dios es percibido por toda la creación, sorprendida por el asombro. El grito lanzado hacia Dios es la voz del cuerpo que da testimonio de la separación del Verbo de Dios que se separa se éste. Él se pregunta por qué fue abandonado, gritando: Dios, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Pero está abandonado porque su humanidad tenía que perfeccionarse a través de la muerte misma. Además, es necesario examinar el hecho de que, después de beber vinagre ofrecida con una esponja adherida a un bastón, le devolvió el espíritu pronunciando un fuerte grito. El vino indica gloria y poder de la inmortalidad. Pero se convierte en vinagre por defecto debido a la falta de cuidado o del recipiente. Porque entonces, este vino se había convertido en vinagre en Adán, él lo recibió de los paganos y bebió. Le viene ofrecido a beber con una esponja en la parte superior de una caña: recibió de los cuerpos de los paganos los vicios que habían corrompido la eternidad e hizo pasar en sí mismo los vicios que había en nosotros, disolviéndolos en unión con su inmortalidad.

Hilario de Poitiers, Comentario a Mateo, 33, 6

«Tengo sed» (Juan 19,28)

“Tengo sed”, así Jesús cumple de nuevo, una profecía. Ahora fíjate, por favor, en la insensibilidad de los presentes. Pues, aunque tengamos innumerables enemigos y hayamos sufrido un daño irreparable de ellos, al verlos morir nos compadecemos de ellos. Son embargo, estos hombres ni siquiera entonces se ablandaron ni se volvieron más amables a causa de lo que veían, sino todo lo contrario: más agresivos, aumentaron su burla. Ofreciéndole una esponja empapada en vinagre, se la ofrecieron a manera como se la ofrecían a los criminales condenados, ya que era por esta razón por lo que se usaba un hisopo además de la esponja.

Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de san Juan, 85, 3.

«Todo está cumplido» (Juan 19,30)

Luego, habiendo gustado el vinagre que le daba esa viña, que, degenerándose del cultivo de su Autor, se había convertido en viña agraz y extraña, el Señor dice: “Todo está consumado”. Esto es: “Las Escrituras se han realizado. Nada tengo ya que esperar de la multitud de un pueblo furioso. Nada ha faltado de lo que se había predicho que yo tenía que sufrir. Se hanterminado los misterios de la debilidad. Ahora se manifiestan las señales del poder”. Así, inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Admitió el reposo de un sueño tranquilo en el cuerpo que debía resucitar al tercer día.

Leo Magno, Sermones, 55, 4.

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46)

Y dicho esto, entregó su espíritu. Con razón entregó, porque no fue privado de hacer su propia voluntad. Después de todo Mateo escribe: Envió el espíritu (Mt 27, 50); lo que se emite depende de la voluntad, lo que se pierde, por necesidad. Por esta razón, añadió: En voz alta (ibid.). En este detalle es la gloriosa confesión de que ha llegado al punto extremo de la muerte por nuestros pecados, por lo tanto, tampoco me avergonzaré de admitirlo, que Cristo no se avergonzó de confesar en voz alta, es decir, hay una demostración clara que Dios da testimonio de la separación de la divinidad del cuerpo.

Ambrosio, Exposición del Evangelio según Lucas, 10, 127

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